Por lo visto es una predicción maya, o de Nostradamus -eso ya no supo aclarármelo-, pero vamos, que es seguro. El 21 de diciembre, sanseacabó.
«Asà que tenemos ocho meses escasos -me dijo-para hacer todas las cosas que nos quedan por hacer.»
Yo, inmediatamente, pensé en los libros. Mi vecino tenÃa razón: en ocho meses me iba a resultar imposible leer todos los libros que aún no he leÃdo. Y son tantos que no sé de cuáles prescindir. ¿Me centro en los clásicos o en las novedades? ¿En los libros de habla hispana o en los de lengua extranjera? ¿En la literatura infantil o en la juvenil?
¿Y qué hago con las relecturas, con todos esos libros maravillosos a los que prometà volver algún dÃa, como quien visita a un amigo?
No recuerdo cuál fue mi primer libro. No sé en qué circunstancias pudo caer en mis manos ni el motivo que me llevó a abrirlo y a pasar sus páginas. Probablemente la curiosidad, o el deseo de imitar a mis hermanos mayores. A lo mejor me estaban saliendo los dientes y necesitaba morder algo. No lo recuerdo, pero tras ese primer libro hubo otro, y después otro, y otro más ..., hasta hoy.
Y la verdad es que no sé qué habrÃa sido de mà sin ellos, sin todos y cada uno de los libros que he leÃdo. SerÃa otra persona, sin duda. Alguien totalmente distinto, con menos palabras y menos recuerdos.
¿Cómo ser el mismo sin haber visto una puesta de sol desde el asteroide B 612, sin haber encontrado muerto a Platero un mediodÃa, en su cuadra, o sin haber compartido Adivina cuánto te quiero con mi hija?
Mi hija ..., tan pequeña que aún no sabe leer. ¿Cuántos libros se va a perder?
Menos mal que cada noche, desde siempre, le hemos leÃdo un cuento antes de dormir ...
¡A partir de ahora, serán dos!
Y si se acaba el mundo el 21 de diciembre, que nos pille en la biblioteca, como todos los viernes.